domingo, julio 31, 2005

... y me di cuenta de que aún lo extraño

Ayer, después de que salió de ese maloliente cuartucho apresuradamente, sin que, por unos segundos se me ocurriera preguntarle su nombre o su número telefónico después de haberme venido junto a él y haber continuado besándole el pecho y el cuello y mordiéndole los labios mientras él también se venía al igual que O. quien se encontraba a mi lado gritando también por la sensación de éxtasis junto con el tipo con el que estaba (del cual ni me acuerdo), me di cuenta de que aún extraño a S.

Flashback.

Unos minutos antes: la fiesta, el ambiente cachondo, los apretujaderos en la pista de baile y el cachondeo: el roce de pechos y la consabida manoseada; total, que nadie se da cuenta o a nadie le importó si le estuve metiendo mano a ese niño que le gustó a O. y que sólo por eso me pareció tan atractivo. ¿Tendría unos 19? Más o menos, o quién sabe, pero lo que me importa es que la verga la tenía muy rica y que no le importó que le metiera mano mientras bailábamos a un ritmo frenético ayudados por la penumbra y alentados por el alcohol.

Después nos cansamos de estar ahí, ya era tarde y casi hora de irnos por lo que decidimos dar una última vuelta, allá al rincón más apartado del antro aunque no sea un cuarto oscuro propiamente dicho. Ahí lo vi, cachondeando con otros dos tipos y con su cara de angelito que tanto me recordó a S., aunque éste parezca cada vez más un brumoso recuerdo. Me acerqué hacia ellos, O. venía atrás de mí y me uní a la manoseada. El que estaba con el angelito se fue y entonces me quedé a solas con él, mientras O. hizo lo propio con el tipo de al lado. Estaba obscuro, sí, pero eso no me impidió percibir el brillo de su blanca, lampiña y sedosa piel que me prendió. Y luego, él buscó mi boca y a pesar de que si lo hacía transgredía a una de mis cuatro "reglas sexuales" con desconocidos (1. No beso, 2. No mamo, 3. No cojo sin condón y 4. No me cogen, ni aún con condón) no me pude resistir a esos labios carnosos y le entregué los míos. Sí; estaba besando a un ángel pero al mismo tiempo estaba besando a S. y el recuerdo me chocaba.

El angelito quiso que se la mamara ahí mismo, pero no iba a ceder y finalmente mis estúpidas reglas se interpusieron entre mis labios y su atractiva verga, uncut y más grande de "lo normal". ¿Y a mí qué más me da? Como si el tamaño importara tanto con esa piel, esa cara y sobre todo esos labios.

Pues sí, nos vinimos y él salió del cuarto. Yo me quedé en un estúpido sopor durante unos segundos y cuando O. me dijo "¡Qué rico estaba! ¡Vamos tras él!" fue demasiado tarde. El angelito se había ido y yo me di cuenta de que aún extraño a nuestro S., a quien dejamos ir tan estúpidamente.