miércoles, agosto 31, 2005

Ménage à trois

(Déjà-vu)

Las cosas han sucedido en tropel desde el día en que conocí a J. y me siento en el vórtice de un agradable torbellino incontrolable que francamente ignoro en dónde se detendrá.

Ya había comentado que la situación de J. no es fácil, pues tiene "pareja" pero evidentemente tienen problemas graves desde hace tiempo y eso fue lo que orilló a J. a hacer lo que hizo y terminar enganchado con O. y conmigo. Pues bien, ya habíamos fantaseado con la idea desde hace algún tiempo pero ahora se ha hecho realidad, J. se mudó a vivir con nosotros "por un tiempo" para estar alejado de su tormentosa relación y yo francamente tengo la fantasía de que ese "por un tiempo" se convierta en un "por toda la vida", aunque sé a la perfección que estoy soñando y además que estamos pisando terreno peligroso. No logro quitarme de la cabeza que esto es tan perfecto que es producto de una loca fantasía rosa y que en cualquier momento despertaremos. ¿Pero qué más da? Mientras no suceda eso realmente lo estamos disfrutando.

Antenoche fue la primera noche que "oficialmente" dormimos juntos los tres. Ya habíamos dormido juntos antes, claro está (y lo he relatado aquí) pero habían sido noches de un fugaz escape con mil y un pretextos para poderse quedar con nosotros. La noche del lunes no fue así y dormimos los tres juntos, acurrucados, abrazados y exhaustos después de una larga e intensa sesión de sexo en lo que ahora es la cama de los tres. Claro está, J. pudo haberse ido a la otra habitación pero si lo hubiera hecho, ¿cuál habría sido el chiste de mudarse con nosotros? No queremos perder ni un minuto de estar juntos, ni dormidos ni despiertos y yo soy feliz. Claro está, tanto J. como O. y hasta yo tenemos actividades que realizar todos los días, pero eso no ha sido impedimento para que pasemos largas y felices horas despiertos por la noche. ¿Qué más da lo que tengamos que hacer al otro día? ¿Qué más da que estemos desvelados y cansados? ¡Ha valido la pena cada hora, cada minuto, cada segundo que hemos pasado juntos!. Cuando pienso que he llegado a los límites de placer sexual me doy cuenta de que no voy ni cerca de sentir el máximo. Con J. he sentido esos "máximos" en varias ocasiones ya y cada vez que cogemos es mejor; me quiero fundir por completo con su cuerpo y ser auténticamente uno solo, quiero poseerlo hasta lo impensable e ilimitado, ¡realmente me gusta, realmente lo amo!.

Hoy por la mañana J. se despertó como a las 6 de la mañana. Me despertó con suaves besos y caricias, además de juguetear casi inocentemente con mi verga aún dormida la cual reaccionó rápidamente y en menos de lo que me di cuenta ya nos besábamos apasionadamente. Oh sí, nos hemos besado al despertar, sin lavarnos los dientes y si temor al mal aliento que puede caracterizarte por las mañanas aunque te cepilles los dientes la noche anterior. No nos importó. Al menos yo no sentí ningún mal aliento y creo que él tampoco por parte mía, o al menos no se quejó pues los besos fueron intensos, profundos y cachondos. Oh sí... muy cachondos. Con nuestros movimientos despertamos a O. quien sin pensarlo dos veces se sumó a las caricias, los jadeos, las mamadas y a todo lo que hicimos por la mañana. Huelga decir que a J. se le hizo tarde (¡otra vez!) pero pensó que valió la pena. Yo dormí un poco más después de que terminamos (y la cama quedó batida, cómo odio eso) y soñé con O. y con J., pues difícilmente los puedo apartar de mi mente dormido o despierto. Sí, ya sé, no tengo remedio y sigo pareciendo una niña de secundaria enamorada. Yo no sé qué se hace J. para cada día ser más hermoso pues realmente cambia día con día y se me hace más atractivo. Se cortó el cabello ayer y ahora se ve todo apetecible, ¡no puedo apartar mi mente de él!.

Por desgracia no todo es miel sobre hojuelas y por primera vez en la vida, O. y yo, junto con J., hemos experimentado lo que es la envidia ajena y lo que las lenguas viperinas pueden lograr: El sábado por la noche salimos a bailar y ahí nos encontramos con "el amigo de J." (del cual hablé en el relato de cuando conocí a J.) quien, huelga decir, está todo celoso de la relación que llevamos O. y yo con J. pues el amigo está enamorado de J., pero éste sólo lo ve como "su mejor amigo". O al menos así lo veía. Resulta que "el amigo de J." estaba con otros amigos, quienes estuvieron en la fiesta que mencioné alguna vez. Uno de estos "amigos", se supone que es mi amigo desde hace muchos años pero ya me di cuenta qué frágil puede ser una amistad y qué falsas pueden ser las personas. En el antro estábamos muy contentos O., J. y yo y decidimos, sin importarnos que nos vieran raro o feo, disfrutar de nuestro cariño en el antro y estuvimos bailando muy cachondamente y nos estuvimos besando en la boca los tres, frente las miradas "asustadas" (puro cuento, ¿cómo les puede asustar eso?) de muchas jotas horribles (y perdón por el término peyorativo, pero mi coraje no es para menos). Claro está, no perdieron la oportunidad para criticarnos y pudimos ver muchas miradas reprobando lo que hacíamos. ¿Qué les importa a ellos? ¿Quién les pide su opinión? ¿Por qué se meten en donde nos les llaman?. Nada me habría importado de no ser porque dos días después, cuando J. le llamó a su "mejor amigo" para contarle que se mudaría con nosotros, éste le dijo que "estaba cometiendo un gravísimo error del cual se iba a arrepentir" y lo que es peor: le dijo que "no quería volver a saber de él en toda su vida". ¡Y se dice su mejor amigo! Claro está, después nos enteramos también de que "mi amigo" había inventado algunos chismes y había dicho varias cosas sobre O. y sobre mí para lavarle la cabeza al amigo de J. ¿Qué onda con la gente? ¿Cuál es su problema? ¿Por qué no dejan ser felices a quienes quieren serlo?.

Ese pequeño episodio es lo único que ha opacado un poco la felicidad que en este momento experimentamos, pero no dejaremos que nada ni nadie nos detenga. Nos queremos, queremos estar juntos y es lo que estamos haciendo. No le hacemos daño a nadie y al contrario: nos apoyamos entre los tres y realmente quisiera que esta fantasía, que esta burbuja rosa que parece hacerse más fuerte cada día que transcurre no se vaya a romper y caiga de bruces a la realidad. Confío en que no sucederá. Mientras tanto, sigo contando las horas para volver a estar entre los brazos de mis dos hombres y perderme en ellos. Me encanta estar viviendo une histoire à trois tipo Mecano.

jueves, agosto 25, 2005

¡Qué cogidota me pusieron!

Justo hoy escribía para decir que "no había nada qué contar" pues seguía dentro de mi burbuja rosa en la perfecta historia de amor que estoy viviendo en este momento, pero no me imaginé lo que iba a suceder hace rato que llegué a casa.

Llegué con el corazón latiéndome a mil, pues ya sabía que me iban a estar esperando O. y J. para pasar la tarde juntos. Pensé que sería una tarde romántica y sexual como casi todas las que hemos tenido y sí fue así (bueno, más o menos) aunque en realidad fue mucho más sexual.

Resulta que O. y J. habían comprado unas cervezas (se les antojó después de la comida que tuvimos juntos, aunque yo tuve que regresar al trabajo) y para seguir a tono, pasaron por más a la tienda y siguieron tomando en la casa. Por la escena que vi cuando llegué (y que me confirmaron pocos minutos después), los chicos se habían estado divirtiendo pues O. estaba acostado en el sofá, en calzones solamente con la cara sumida entre las piernas de J., quien me miraba de una manera llanamente lasciva. Ni tarda ni perezosa y sin esperar a que dijera una palabra, J. me quitó la camisa, mientras me susurraba al oído que hoy le parecía especialmente guapo, y que desde la hora de la comida había tenido ganas de cogerme. Me besó el cuello (¡me vuelve loco!) el pecho, el abdomen, los biceps mientras me arrancaba el pantalón y me bajaba los calzones. Mientras tanto, O. nos observaba al tiempo que se sacaba la verga del calzón y se la empezaba a jalar mientras veía a sus dos machos extasiados, en ese ímpetu sexual comparable con alguien quien no ha tenido sexo en varios años o, en su defecto, con un adolescente. En nuestro caso no es ninguna de las dos cosas, simplemente que no podemos quitarnos las manos de encima y todo el tiempo queremos tener sexo, abrazarnos, besarnos y simplemente estar juntos.

Nos fuimos a cachondear junto a O., quien inmediatamente se unión a la calentura. Después de un momento, J. propuso que nos fuéramos a la cama en donde estaríamos más comodo (y adiviné su pensamiento: ahí junto a la cama está el cajón de los condones y el lubricante, así que para allá iba). Hasta ahora no me ha penetrado J. y es que no me las doy de muy "estrecho", pero... ¡la verdad es que sí! Necesito estar muy borracho o muy caliente para que me puedan penetrar. En este caso estaba muy caliente. Después de seguir con nuestra vorágine de besos, abrazos, rozaduras de cuerpo, estrujamientos y cachondeo llegó el momento en que J. me lo pidió insistentemente. A pesar de que sí quería no sé por qué le dije que no, que me iba a doler y que mejor lo dejábamos para otra ocasión. Noté un dejo de desilusión en la cara de J. pero seguimos con el cachondeo y antes de que yo me diera cuenta, yo estaba de rodillas frente a J., besándole el pecho y el abdomen mientras O. ya se había puesto lubricante y estaba justo en la entrada de mi "agujero del placer".

No me quedó más remedio que abrir bien los ojos para ver la cara de J., quien pareció disfrutar enormemente el ver cómo me la metía O. mientras su verga se ponía cada vez más dura frente a mi cara. Por el grado de excitación que tenía en ese momento, pude recibir la verga de O. sin (mayor) dolor (no me pregunten ahorita, ¡me duele estar sentado!) mientras se la mamaba a J. quien suspiraba y transpiraba. Yo le veía la cara y realmente quería perderme entre sus ojazos obscuros, profundos y soñadores. Lo he dicho un millón de veces pero lo repetiré: su carita de ángel es una imagen que no me puedo sacar de la cabeza. Juro que es el chico más lindo del universo. Claro está, habrá muchos que sean más guapos, o que estén más buenos o que sean más cachondos, pero nadie quien tenga todo eso junto y además, ¡que esté conmigo en la cama y fuera de ella!

A medida que O. seguía con el mete-saca, yo seguía ocupado con mi boca en la enorme y dura verga de J. y con mi mano derecha masturbándome, supe que se aproximaba el momento por la respiración lenta y pesada de mis dos hombres: el que tenía adelante y el que tenía por atrás. Fue O. el primero que lanzó el grito de placer más profundo que un hombre puede lanzar: el del momento en que está eyaculando al mismo tiempo que tiene un intenso orgasmo. Le siguió inmediatamente J., de quien pude observar el semen brotando de su gigantesco miembro, muy cerca de mi cara e inmediatamente sentí la ola de éxtasis recorriendo cada fibra de mi cuerpo, al tiempo que me vaciaba y dejaba la cama toda blanca y pegajosa. Después del sexo hubo muchas caricias, estuvimos no sé cuánto tiempo abrazados, acariciándonos y viéndonos los tres, enamorados y felices. Ojalá que pronto nos atrevamos a decir las dos palabras más potentes del universo (¿no adivinas? "te amo" o "los amo"). Sería un paso muy grande pero lo iremos dando poco a poco, no hay que hablar a la ligera.

¡QUÉ COGIDOTA ME PUSIERON! Me duele, me cuesta trabajo sentarme pero la sonrisa del rostro no se me quitará, al menos no en toda la noche.

No estoy muerto (ni de parranda)

Sigo aquí; sólo que no quiero agobiar a mis únicos tres o cuatro lectores con más de lo mismo, porque la situación no cambia mucho: vemos a J. ya todos los días y procuramos pasar la mayor cantidad de tiempo juntos. Ayer tuve la visión más maravillosa de los últimos días: ver a O. y a J. abrazados, viéndose a la cara y sonriéndose durante un largo rato. Mis dos hombres, mis dos preciosidades juntas y enamorados. Quisiera, realmente quisiera que esto perdurara pues es auténticamente una fantasía hecha realidad, aunque a veces la realidad es más pesada y termina aplastándote.

Yo no quiero que nos aplaste, yo quiero seguir con nuestra historia de amor y sexo, nuestra peculiar historia de tres participantes, pero los tres felices.

sábado, agosto 20, 2005

Sexo con amor

En esta ocasión seré breve porque no quiero aburrir a nadie. No tengo mucho qué contar, excepto que estoy viviendo realmente mi historia de amor. Me enamoré hace dos semanas, y posteriormente me sentí en el cielo cuando tuve sexo con J. la semana pasada. Este fin de semana (ayer, hoy) ha sido fabuloso, pues J. vino otra vez a la casa (nos hemos visto prácticamente todos los días) y se quedó a dormir. Estoy realmente agotado, hemos tenido sexo a todas horas y no perdemos ninguna oportunidad de estarnos abrazando, besando y tocándonos. No lo puedo evitar, el chico me prende y lo mejor del asunto es que ahora ya he visto que O. y J. también se llevan de maravilla y se gustan mucho. Me encanta verlos cuando están abrazados, besándose o cachondeando: es un espectáculo maravilloso ver al hombre de mi vida, a mi gran amor con este chico tan lindo y de quien realmente estoy enamorado también.

El sexo ha sido de lo mejor: lo hemos hecho en la sala, en la recámara, en el comedor y en donde se nos atraviese. Me encanta mamarle la verga y él pone una cara de satisfacción que me prende mucho más. Anoche por fin pude hacer lo que tenía ganas de hacer desde el día en que lo conocí: penetrarlo. Primero empezó con O. en la cama, ya entrada la madrugada y después de haber estado cachondeando en la sala (J. y yo nos vinimos sobre el pecho de O.; fue realmente todo un espectáculo y al final quedó como un "pastel tres leches") en el cuarto le siguieron con el cachondeo. O. estaba muy caliente y le puso un condón a J., quien lo penetró por un rato (oh, sí, disfruté del espectáculo como nunca) y después O. se puso un condón para penetrar a J., quien tenía una carita de niño bueno que no podía con ella. Yo lo besaba mientras acariciaba su espalda y él no cesaba de gemir y contraerse. Después de un rato O. me puso un condón a mí y ahí fue cuando pude adueñarme de esas nalguitas que tanto me atrajeron el día en que lo conocí. Aprovechando el estado de relajación de J., no me fue muy difícil llegar hasta adentro y moverme rítmicamente al tiempo en que le mordía el cuello, le estrujaba la espalda y le acariciaba todo lo que podía.

Tenía mucho tiempo en que no me sentía con ganas de hacerlo a todas horas pero con J. me pasa así. No sé cuánto tiempo durará; a mí me gustaría que fuera eterno pero la situación de J. no es fácil: tiene una "pareja" aunque es una situación muy peculiar que probablemente describiré después y yo no me animo (ni creo que tengo derecho) a pedirle que lo deje y que se venga a vivir con nosotros. Imagino, en un ensueño, cómo sería si los tres viviéramos juntos: si todos los días despertara con esos dos hombres maravillosos a mi lado; si pudiéramos dormir abrazados, ahora que vendrá el tiempo de frío dentro de algunos meses y despertarnos en la madrugada para darle rienda suelta a nuestra pasión. ¿Qué más da si al otro día tuviéramos que levantarnos temprano? ¡Valdría la pena el esfuerzo!.

Sigo locamente enamorado y rebosante de felicidad. Por favor, por favor: que me dure al menos un tiempo. ¡Me encantan mis dos hombres! Ciertamente he practicado por mucho tiempo el "sexo con amor" (con O.) y con mucha más frecuencia el "sexo sin amor" (con cualquier encuentro ocasional que hemos tenido) y llámenme cursi pero, por ahora, el primero ha sido mejor que el segundo.

miércoles, agosto 17, 2005

MI percepción del amor y las relaciones (respuesta a Chaud)

Contesté en un comentario a Chaud algunas inquietudes que me planetaba, pero como mi respuesta fue muy larga, decidí hacerla un post nuevo.

Un extracto del comentario de Chaud fue:

"pero en fin...el amor tambien existe...!!
aunque todavia no entiendo muy bien la relación que tienes con O y empiezas con J"

Mi respuesta a ése respecto:

" Mi querido lector frecuente:

Puede parecer algo complicado de entender, mas no lo es: trataré de explicarlo.

Yo no creo en el amor como un "todo" que se reparte en pedacitos, y que si tu corazón está "ocupado" por alguien, entonces no lo puede ocupar otra persona. Más bien, creo que el amor no responde a las mismas leyes físicas que el resto de las cosas en este mundo, por lo que no es un sentimiento finito sino por el contrario: infinito. De tal suerte que, puedes amar a alguien (en este caso, yo amo a O. y lo amaré por el resto de mi vida, estaremos siempre caminando juntos) pero al mismo tiempo puedes amar a otra persona (antes he amado a S. y a A., aunque eso sí se terminó. Ahora pienso que empiezo a enamorarme (que no es lo mismo que amar, aún) de J. y probablemente llegue a amarlo). Por esa razón, sí me es posible tener sentimientos por ambos.

En el caso de la relación es un poco menos complicada: no sería ni la primera ni la última relación "de tres" que existiera. ¿Te imaginas, tener no uno sino DOS novios? ¿Y que los tres se quisieran y se amaran tanto como una pareja "tradicional"? Sí es posible, aunque no es común. Ya veremos qué sucede aunque no quiero adelantarme a nada, pues la situación de J. es muy difícil; no está solo y él también tiene sus propias complicaciones."

Consumatum est.

P.D. Ayer lo volví a ver. Soy ¡feliz!

lunes, agosto 15, 2005

Maldita sea: ¡Estoy enamorado!

Ya es definitivo: estoy enamorado. Mis síntomas son:

  • No dejo de pensar en J. durante todo el día.

  • Cada 5 minutos quiero coger el móvil y marcarle.

  • No me concentro para trabajar ni para hacer nada, sólo veo su sonrisa en mi mente.

  • Quisiera verlo, abrazarlo, besarlo y que nos perdiéramos en un profundo beso eterno para siempre jamás.

  • ¿Mencioné que estoy como idiota, todo el tiempo pensando en él?.


Ni siquiera hoy, en el gym, el chico de la mirada fugaz me hizo olvidar a J., aunque me haya coqueteado. ¡Me coqueteó! No sé qué me sucede, ¿acaso el enamoramiento hace que tengas más pegue? Aún así, no me importa el chico del gym, ¡quisiera estar todo el tiempo con J.!

Mañana saldremos por la tarde/noche, aunque no sé si pueda aguantar hasta entonces para verlo. En la opinión de O., estoy exagerando pero no lo puedo evitar: realmente me trae loco J.

Pido perdón a mi único lector frecuente y a uno que otro lector ocasional por este episodio. No planeaba enamorarme. Cuando abrí este blog, todo lo que quería era contar mis cachondeces, mis fantasías y mis sueños, pero ahora estoy como una niña de secundaria estúpida: enamorado hasta los huesos.

Vamos, ni siquiera el sexo me hace olvidar a J., ni siquiera la cogida con el amigo de O. del domingo apartó mi mente durante unos segundos de J., ni el venirme en la cara del amigo, como tanto me gusta hacer, me complació tanto como si lo hubiera hecho con J.

Estoy mal, estoy enfermo y no debe ser. No me importa si yo termino con el corazón roto; sólo quisiera no romperle el corazón a J. ¿Qué voy a hacer?

domingo, agosto 14, 2005

Estoy en el paraíso. (Heaven, I am in heaven, o: A la cama con J.)

No sé por qué no lo pude ver (o no lo quise aceptar) si era obvio que lo inevitable vendría: O., J. y yo terminaríamos en la cama, y así sucedió. Me siento flotando, estoy entre las nubes... ¡estoy enamorado!

Después de cuando nos vimos el jueves, el viernes no aguanté y le volví a llamar (ya sabía que lo haría, era imposible no hacerlo) y me contesté. Noté una mezcla de emoción y excitación en su voz y entonces supe que volvería a suceder. Me preguntó si saldríamos de antro esa noche, le dije que no teníamos ganas y me dijo que si no íbamos con él no saldría pues sus amigos habían salido y no tenía con quién ir. Le propuse, mejor, hacer una "noche de películas" y aceptó. Me resigné (tal vez, tal vez) a pasar otra noche contemplándolo mientras él viera la televisión y con esa idea terminé mis actividades del día y ansiosamente esperé a que llegara la hora de verlo.

Aunque lo haya visto casi todos los días en esta semana, cada que lo veo me sucede lo mismo: no puedo evitar quitarle los ojos de encima, mi respiración aumenta el ritmo y siento que me voy a desmayar. Me gusta mucho, muchísimo y no lo puedo evitar. El viernes por la noche estaba especialmente guapo, como si ya tuviera planeado que sucediera lo que sucedió.

Llegamos a la casa, vimos una película. Me hizo prometerle que no lo vería tanto "porque le incomodaba un poco" y con mucho trabajo cumplí con mi promesa. Terminó la película, platicamos un rato y pusimos otra película (era "noche de películas", debíamos hacerlo) pero en esta ocasión noté ciertas miradas de él hacia O. y hacia mí que me dijeron que algo más sucedería. ¡Y sucedió!

Terminando la segunda película estuvimos platicando. Nos pusimos en el mood de tomar alcohol, pero yo decidí mejor no hacerlo. Aún así, les serví unos tequilas a O. y a J. y, aunque no tomaron mucho, los ánimos iban mejorando. En algún momento me dijo J. que le hiciera un striptease (¡cabrón! sabe que no me puedo negar a cualquier petición suya) y aunque me hice del rogar, terminé cediendo. O. encontró por ahí un disco viejo de "Right Said Fred" y al ritmo de "I'm Too Sexy" les bailé alternadamente a J. y a O. En un momento mientras estaba bailando, me quité la playera y me subí sobre J., a quien no le molestó en absoluto; por el contrario, me acarició mis pectorales y mis brazos que, dicho sea de paso, están en muy buen estado gracias al gym y entonces terminó la canción y tuve que parar abruptamente el show. Le pedimos a J. que ahora él hiciera el espectáculo y pidió otro tequila "para animarse". Después de tomarlo apresuradamente, se dispuso a hacer lo propio y bailó. ¡Qué baile! Auténticamente en ese momento podría haber muerto y habría estado en el paraíso. Si de por sí es guapo y sexy, verlo bailar de forma aún más sexy es inmejorable. Se quitó la playera y por primera vez pude contemplar su pecho y su abdomen que me vuelven loco, pero no se detuvo ahí. Mientras repegaba su cuerpo cachondamente contra mí y contra O., se desabotonó sus jeans y pude sentir su evidente erección contra mi cuerpo. Insisto: estaba en el paraíso. La canción terminó pero eso no le importó y continúo con el espectáculo. O. estaba sentado y J. se puso sobre él y me jaló atrás de él, para que yo bailara pegado a sus sabrosísimas nalgas mientras él bailaba sobre O. Esa imagen es algo que difícilmente me sacaré de la cabeza en muchos años: los tres ahí, bailando, sintiéndonos strippers pero más que nada cachondeando y dejando que nuestros cuerpos rebosaran de placer.

Después de unos momentos olvidamos el baile pero no se detuvo el calor que sentíamos y le dimos rienda suelta a nuestras pasiones. Nos besamos J. y yo, nos fundimos en un beso que duró una eternidad mientras nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, excitadas. Hicimos lo mismo con O., lo besamos entre los dos y disfruté uno de esos "besos de tres personas" que tanto me gustan. Ponernos los tres en triángulo, dejar que la lengua entre en una y otra boca, indistintamente es algo muy sabroso, mientras las manos pueden agarrar por igual una verga, unas nalgas o los pechos. Tocarles la barba a ambos hombres mientras se besan es algo incomparable también. Estuvimos cachondeando un buen rato, hasta que decidimos trasladar el cachondeo a la habitación. Yo me sentía soñado, temía que en cualquier momento despertara de mi sueño más loco. Había pensado tanto en J., había soñado tanto con ese momento y me había hecho tanto a la idea de que no sucedería con él que era auténticamente irreal. Ya en la cama hubo de todo; probamos posiciones conocidas y hasta nuevas, en donde siempre procuraba quedar cerca de J. y disfrutar de su cuerpo tanto como él estaba disfrutando de los nuestros. Los besos eran de lo mejor, y eso que no beso a cualquiera, como ya lo había comentado. Su verga es gruesa y uncut, ¡mi fantasía! aunque lo que realmente me vuelve loco son sus nalgas, esas nalguitas tan perfectamente formadas en las que me podría perder durante toda la vida. Le mamé la verga, me la mamó, me hizo un beso negro exquisito (yo estaba perfectamente limpio y recién bañadito, por supuesto) y pasamos auténticamente, toda la noche cogiendo. En algún momento J. quedó bañado de semen pero no le importó, y tiernamente me pidió que le ayudara a limpiarse.

Alrededor de las siete de la mañana del sábado, ya muy cansados y desvelados, propuse -a manera de fantasía- que nos quedáramos dormidos los tres, abrazados y aunque estaba seguro de que J. no aceptaría porque tiene que llegar a dormir a su casa, dijo que sí. Ésa fue otra experiencia celestial. No me malinterpreten, coger es de lo mejor, pero dormir con el objeto de tu afecto, estar abrazados y permitir que los cuerpos se hagan uno solo con ese calor peculiar, mezcla entre pasión, amor y ternura es algo que simplemente no se puede cambiar por nada.

Dormimos un par de horas, hasta que J. me despertó y al calor de nuestros cuerpos y por la cachondez de la mañana no pudimos evitarlo y otra vez le dimos los tres rienda suelta a nuestra pasión. Podríamos haber durado cogiendo toda la vida, hasta que mi cuerpo explotara y me dijera que ya no podía más. ¿Qué más daba? ¡Estaba con J.! ¡Mi sueño se hizo realidad!

Más tarde, después del medio día, lo llevamos a su casa pero mis pensamientos nunca se apartaron de su lado. Me chocó un poco el hecho de que O. hubiera ya quedado con un amigo de recogerlo en la estación de autobuses porque nos iba a visitar por el fin de semana. Claro, O. no tiene la culpa pues ese compromiso ya lo teníamos desde hace algunos días y no sabíamos, ni teníamos idea, de que algo sucedería con J., pero aún así deseé que no hubiera tenido que hacerlo.

Han sido dos días agradables con el amigo de O., es muy buena onda y la pasamos bien aunque mi mente no se puede apartar de J. Le llamé ayer por la noche y hoy otra vez, ¡ya quiero verlo! Probablemente mañana lo haga pues ya no resisto estar otro día sin su compañía.

A pesar de que no sabía si íbamos a coger con el amigo de O., anoche me sentía tan nostálgico por J. que me fui a dormir y dejé a los caballeros que se entretuvieran como quisieran. Creo que cogieron por la noche, había condones usados y eso lo dice todo. Por la mañana me despertaron otra vez con sus gemidos inequívocamente sexuales y al estar junto a mí en la cama, me uní a la diversión aunque no lo disfruté tanto porque no me podía quitar de la cabeza a J. Claro está, no pretendo decir con esto que no cogeré con alguien más ni que quisiera una relación monógama con J. (sería estúpido, ahí está O. con quien estaré toda la vida y jamás lo dejaría por nada en el mundo); no es necesario hacerlo pero hoy especialmente no tenía ganas de hacer algo con nadie más que no fuera con J.

Recuerdo aún con claridad una confesión que J. me hizo en algún momento de la noche: me dijo que besaba riquísimo, que la noche en que nos conocimos y que nos besamos durante tanto tiempo pensó que eran los besos más ricos que le habían dado jamás. Puesto que esta misma semana A. me dijo lo mismo, ahora me creo el mejor besador del universo.

No estoy seguro de qué vaya a suceder ahora. Supongo que sólo debo dejar que las cosas sigan su flujo. Quisiera que J. se uniera a nosotros no sólo de manera ocasional, sino quisiera que fuera "nuestro novio", pero es muy pronto para pedirle algo así. Supongo que deberé tener paciencia y simplemente esperar, a ver qué sucede. Las posibilidades son infinitas. ¡Te quiero, J.! ¡Te extraño mucho!

viernes, agosto 12, 2005

Observarte, al ritmo de Fangoria: Del cielo a la cruda realidad.

Sucedió otra vez.

Hoy por la noche (o mañana por la madrugada, como quieras verlo) se cumple una semana de que te conocí, J., y a pesar de la zozobra y sufrimiento de los días domingo y lunes por no hablar contigo ni saber de ti, nos hemos visto ya durante dos días seguidos. ¡Ayer te volví a ver!

Sí, lo volví a ver; le llamamos O. y yo con un tonto pretexto: que si quería ver la televisión en casa con nosotros ¡y ni tarda ni perezosa aceptó!. Pensé que se le haría algo tonto o de hueva pero no fue así y llegó a la casa un poco más tarde. Vimos un programa, estuvimos conversando amenamente y yo no podía quitarle los ojos de encima. No estoy seguro si nos quiere sólo como amigos o tiene el mismo interés que yo tengo en él, pero me es muy difícil quitarle los ojos de encima a J., siendo él tan bello. En algún momento pusimos los vídeos de Fangoria que él no había visto y estaba muy atento viéndolos, mientras yo lo contemplaba a él embelesado. Fueron muchas horas que estuvimos juntos, pero no estoy seguro de poder interpretar de manera correcta las señales que me envía.

Después vino el bajón a la realidad. Platicó con nosotros de cosas más íntimas, más personales con respecto a su vida, sus sueños y lo que desea hacer en la vida. Creo que a menudo en que se va haciendo más palpable, más humano se va alejando del ideal, del sueño del J. perfecto que me he hecho en la cabeza. Aún así lo quiero. Aún así me vuelve loco y aún así soñé con él y hoy por la mañana ya tengo ganas de llamarle otra vez.

Insisto: no va a salir nada bueno de esto, J., pero no puedo dejar de pensar en ti.

jueves, agosto 11, 2005

Dedos entrecruzados, manos sudadas y nerviosas.

Ya hasta parezco niño de prepa. Aquí estoy: enamorado y emocionado porque parece que la cosa va mejor cada vez, pero al mismo tiempo me siento confundido y "sé" que estoy haciendo algo que no debería. No quiero lastimarlo.

Pues sí, ayer salimos después de lo de la llamada y lo primero que quería era percibir su mirada pues no nos habíamos visto desde la fiesta del sábado. Fue una mirada dulce y tierna la que me dio, como sólo él podría. Es, auténticamente, un hermoso angelito de 21 años. ¡Me gusta tanto J.!

Estuvimos él, O. y yo en un lugar público, y en un par de ocasiones de manera nerviosa J. y yo nos tocamos con la punta de los dedos, y en otra ocasión nos tomamos de la mano, mientras nos veíamos a los ojos. ¡Sí me quiere! Al menos eso percibo, al menos eso quisiera yo. De otra manera, ¿por qué lo haría? Me desarma por completo cuando me sonríe de una manera cachonda y seductora, pero tierna a la vez. ¡Qué ganas tengo de llevármelo a la cama! De cogérmelo por horas y horas, de venirme una y otra vez en esas nalguitas tan sabrosas que tiene y de dormirme abrazándolo, para despertar así y volver a coger al otro día. Me pone tan mal ese niño...

Claro que, al mismo tiempo, sé que estoy haciendo mal. Aunque me quisiera, aunque estuviera enamorado de mí, no va a resultar en algo bueno. Él es un buen niño quien está acostumbrado a otra clase de cosas, no merece que lo haga sufrir y creo que me estoy haciendo experto en hacer sufrir a la gente. Al menos A. me dice que sufrió, y no dudo que S. haya sufrido también. Con J., mi J. podría ser diferente pero no lo sé. Son más interrogantes que certezas las que tengo por ahora con respecto a él.

Apenas lo vi ayer, y ya le quiero llamar otra vez.

miércoles, agosto 10, 2005

1 llamada perdida (0 números conocidos)

Ése fue el mensaje que encontré ayer en mi teléfono móvil. Me estaba bañando o algo y no escuché cuando sonó. Vi el número mas no me pareció conocido (no lo tenía registrado en mi teléfono). Una hora antes, le había dicho a O. que tenía muchas ganas de hablarle a J. pero no me atrevía, no tenía pretexto como lo tuve el día anterior (pues le marqué por error, porque se llama igual que alguien de mi oficina a quien le tenía que llamar) y no sabía si hacerlo o no.

Marqué el número registrado en mi móvil y me contestó una voz conocida: ¡ERA ÉL!. Sí, me había marcado desde su casa y yo no me di cuenta. Como yo sólo tenía registrado el número de su móvil, eso explicaba todo. Conversamos por varios minutos. Sentí la conversación amena, aunque un tanto nerviosa por parte de ambos. Quedamos de vernos hoy para salir. No sé qué va a suceder, siento mariposas en el estómago y todo eso que se siente cuando estúpidamente te enamoras pero sé de antemano que esto no debe ser. Él quiere algo diferente a lo que soy y a alguien en una situación diferente, pero yo no puedo evitar el estar pensando en él y emocionarme por el hecho de verlo. ¿Quiero coger con él? Sí, claro, se me antoja mucho cogérmelo, está tan rico, pero creo que no me importaría si no sucediera, tengo más ganas de estar con él, platicar, convivir, besarlo en los labios y verlo a los ojos durante horas enteras.

Tengo ganas de enamorarme de él y de que él se enamore de mí. Tengo ganas, tengo ganas...

lunes, agosto 08, 2005

¡Le llamé!

Sí, le marqué a J. hace rato por una fortuita casualidad (¿o fue causalidad?) y aproveché para "saludarlo". Lo escuché como emocionado de hablar conmigo, ¿o habría sido sólo mi emoción? Me dijo que a ver si salíamos el fin de semana.

No sé si aguantaré hasta el fin de semana para volverle a llamar.

Me estoy clavando con un imposible: malo, malo, malo.

"¿Sabes qué extraño?"

Por el mensajero instantáneo, me dijo A. hace unos momentos:

A.: Sabes ke extraño
N.V.: ¿Qué extrañas?
A.: tus labios, besas muy bien condenado
A.: bueno ya me voy
A. logged out.

¿Qué querrá decir ésto? ¿Será que ahora sí regresará? Yo también te extraño, A., y no sólo tus besos y no sólo el cachondeo y el excelente sexo que hemos tenido (eres uno de los mejores para coger, en verdad) sino el estar contigo, el abrazarte y que me abraces y el despertar tantos días los tres juntos como lo llegamos a hacer, ¿lo recuerdas?

Sí, A., también te extraño, aunque una parte de mi cabeza esté ocupada pensando en J.

domingo, agosto 07, 2005

Enamorado y con el corazón roto: todo en poco más de 24 horas

No se me ocurrió otro título para mi post pues no estoy muy creativo hoy, o tal vez es el alcohol que todavía lo siento corriendo por mis venas pues anoche tomé de todo un poco y ya ni siquiera recuerdo qué fue, amén de las cantidades en que lo tomé. Pero ahora quiero contar qué sucedió y cómo sucedió de una manera más bien lineal para no perderme entre mis complicadas tramas. Recuerden que sólo me está funcionando una neurona y ésta está borracha.

El viernes por la noche salimos de antro O. y yo no por algo en especial sino simplemente porque estábamos aburridos y teníamos ganas de salir. No lo hacemos frecuentemente pero cuando llegamos a salir la parranda siempre va para largo. ¿A qué va la gente a los antros? "A bailar" podría ser la respuesta inmediata más común, pero aunque no se quiera aceptar de buenas a primeras, la principal razón por la que muchos (¿la mayoría? No me atrevería a afirmarlo) vamos es para ligar, para cachondear y para encontrar al(a los) macho(s) para esa noche. Al menos es mi caso: no me gusta bailar (aunque cuando estoy borracho o muy caliente lo hago: ya no me importa), odio el humo de los cigarrillos y el estar escuchando música a un volumen estruendoso durante toda la noche francamente me fastidia un poco. Si no fuera porque en el antro hay machos ni siquiera iría de vez en cuando. Pero me he vuelto a perder de mi narración, ¡maldita sea!. Continúo: En el antro estaban las mismas caras de siempre, de toda la vida (¿cuándo no?) y uno que otro especimen nuevo aunque nada que despertara demasiado mi interés (o apetito, mejor dicho). Pensé que iba a ser una noche de antro regular, común y corriente en la que lo más probable es que O. y yo termináramos en la cama con algún(os) chico(s) interesante(s) cuando de repente algo que me saltó a la vista definitivamente me llamó la atención: Era él, un chico que otras personas pueden describir como guapetón y sin embargo yo le pongo el superlativo: ¡guapísimo!. Tal y como me gustan: un poco más alto que yo, blanco (aunque en general me gusten más los morenos pero por alguna extraña razón cuando un chico blanco me gusta, ¡me gusta mucho!), con la nariz bien formadita, con ganas de darle una mordisqueada en su puntita y comérmela y con una sonrisa desarmante, aunque no sonríe a menudo. Sí, tal vez efectivamente no tengo remedio y me recuerda a S. aunque ya me estoy resignando que a menudo lo deba recordar y ya lo acepto como parte de mi vida.

Pues bien, el chico, J. (como después me enteré que se llama) estaba como siempre con su inseparable amigo el cual no podía yo adivinar si era sólo su amigo, eran pareja o algo más pues siempre que lo he llegado a ver están juntos aunque nunca los he visto en plan muy cariñoso. Imaginé que, como en otras ocasiones, tendría que conformarme con verlo de lejos, si acaso tal vez me atrevería esta vez a sonreírle fugazmente o si hubiera tomado mucho, de manera descarada. Quién sabe, me sentía muy bien y muy atractivo esa noche (no que no lo sea normalmente, pero a veces el ego me sube y a veces tengo bajones) y podría ser la primera vez que le hablara, aunque por regla (sí, yo y mis estúpidas reglas) nunca le hablo a nadie, aunque me guste mucho, y espero a que él me hable a mí. Así iban pasando las horas sin mucha novedad. Nosotros bailando, platicando y divirtiéndonos con amigos que llegaban y estaban un rato en nuestro lugar y después se iban. Yo continuaba echándole algunas miradas fugaces a J. pero no más que eso. Al filo de las cuatro de la mañana, terminamos O. y yo sentados muy cerca de donde estaban J. y su amigo y O., quien ya sabía de mi absoluta fascinación por J. y a quien también le gusta mucho (¿a quién no? con esa carita, ese cuerpecito y sobre todo: ¡esas nalgas! Juro que a nadie se le ven tan ricas como a él), me dijo que me le acercara, que bailara con él o le hablara o lo que fuera. Al principio me resistí a hacerlo pero después me mostré un poco más desinhibido y simplemente me puse a bailar muy cerca de él, aunque guardando una distancia. J. me echaba miradas soslayadas aunque ninguno de los dos se atrevía dar el primer paso. Yo sabía que todo lo que se requería era un "hola" y una sonrisa pero no me atrevía a darlo. No fue ni J. ni yo quien lo hicimos, sino su amigo quien ya se había dado cuenta de la situación entre nosotros y quien me saludó y después de hacerme conversación durante pocos minutos me presentó a J. Entonces se dio el primer encuentro cercano, con una sonrisa tímida aunque abiertamente cachonda y seductora y un apretón de manos con el correspondiente "mucho gusto". J. y yo empezamos a bailar y no me imaginé que tan rápidamente fuéramos a tener esa cierta química. Él ya estaba un tanto ebrio; yo no tanto aunque sí había tomado un poco. El baile se fue haciendo cada vez más cachondo, empezando a tocarnos partes del cuerpo como la cintura o el pecho mientras bailábamos. Por un momento me olvidé del mundo y de lo que me rodeaba y sólo existía J. en mi rango visual y en mi mente.

Por desgracia, al "olvidarme" del mundo también descuidé a O., quien después de un rato de estar por ahí se fue al baño y en el camino encontró a un tipo que le gustaba, con quien fue a un rincón a fajar y cachondear un rato. Fue en ese lapso cuando sucedió uno de los primeros y ciertamente definitivos pasos para el enamoramiento: el primer beso. No fue un beso apresurado ni torpe sino al contrario: fue suave, prolongado y arrebatadoramente exquisito. Sí, quien ya me haya leído antes sabrá que "mi regla número 1" la rompo con cierta frecuencia pero en verdad sólo lo hago cuando el tipo lo amerita y él lo hacía con creces; ya tenía mucho tiempo fantaseando con ese momento y no iba a dejarlo pasar. Al primer beso sucedieron varios más, cada vez más subidos de tono acompañados con un baile sensual muy pegado. Prácticamente estábamos teniendo sexo en medio del antro pero a ninguno de los dos nos importó (y ciertamente a los demás asistentes tampoco). Por un momento cruzó por mi mente la imagen de O. y el hecho de que yo nunca había hecho en público lo que estaba haciendo. ¿Qué dirían nuestros amigos? ¿Y los conocidos? ¿Y las demás malditas jotas del antro? No me importó; ya habíamos hablado de eso O. y yo y sabíamos que tarde o temprano iba a llegar el día en que nos valiera madre lo que opinaran los demás sobre nuestra relación. Nosotros sabemos lo que tenemos, nos amamos y vamos juntos por la vida compartiendo todo: sí, hasta los hombres que nos gustan. No quisiera que nadie nos juzgara porque nosotros no juzgamos a nadie. Somos honestos con nosotros mismos y con nuestra relación y así llevamos muchos más años que la mayoría de las demás parejas, incluyendo a las heterosexuales. Además de que el "amar es compartir" pero precisamente eso fue lo que me causó conflicto en ese momento: no estaba compartiendo, me había olvidado por un rato de O. y estaba embelesado con J., disfrutando de mi loca fantasía hecha realidad.

Cuando eché una mirada de reojo, pude observar que O. estaba un tanto serio sentado en un sillón algo alejado de nosotros. Aproveché el que tenía que ir al baño para pasar y preguntarle qué sucedía. Me dijo que nada, que todo estaba bien aunque sí noté un dejo de enojo en su mirada. Me contó que se había ido a manosear con un tipo por ahí y me pareció cool. Regresé con J., después de varias canciones y algunas más cervezas que él se había tomado (ya estaba muy "servido" realmente) pudo más mi cargo de conciencia y después de intercambiar números telefónicos le dije que me tenía que ir y que hablábamos después. Él sólo me preguntó: ¿Vas a salir mañana? Por favor, dime que sí vas a ir a "x" lugar para vernos ahí. Tuve que decirle que lo haría y me aproximé hasta donde estaba O. para decirle que nos fuéramos si así lo deseaba. Hasta ahí ya había cometido varios errores, a saber: 1) ignorar a O. mientras estuve con J., 2) hacer cosas en público con J. frente a conocidos que se pueden escandalizar, aunque de eso ya habíamos hablado O. y yo y sabíamos que iba a suceder tarde o temprano, 3) no haberle dicho a J. que O. es mi pareja y en general no haberle dicho para nada el tipo de relación que tenemos y 4) por lo anterior, pude percibir que J. probablemente quería, deseaba o esperaba algo más de mí y no me refiero precisamente al sexo y no hice nada para sacarlo de su error: al contrario, le di esperanzas de la manera más ruin que pude hacerlo: besándolo, viéndolo a los ojos, enamorándome de él y dejando que él se enamorara de mí sin hacer nada para impedirlo.

No me gusta lastimar a la gente y evidentemente tampoco me gusta salir lastimado. Siempre me manejo de manera honesta, abierta y directa con respecto a mí y a mi relación con O. y si a alguien le gusta, qué bueno y si no le gusta qué malo por él y nosotros así seguimos. A J. no le dije nada, aunque no me haya preguntado nada y eso hizo que me remordiera la conciencia. Sólo lo dejé con un número telefónico y la promesa de vernos al siguiente día.

Al salir del antro sucedió el martirio: desde hacía mucho tiempo O. y yo no discutíamos por celos estúpidos (¿puede haber celos en nuestra relación? ¡no lo creo!) y sin embargo en esta ocasión O. estaba molesto y enojado. Creo que simplemente estaba celoso. Sin entrar en detalles incómodos y aburridos platicamos un buen rato (detuve el auto en la calle para hablar, y no nos fuimos directamente a casa) y concordamos al final que yo había hecho mal al ignorarlo de la manera en que lo hice y además le confesé que me sentía mal por él, por mí y por J. porque propicié una situación que no me gustaba; sabía que J. quedó ilusionado conmigo y a la vez yo quedé ilusionado con él. No que no pudiera suceder: ya alguna vez sucedió con S. y también con A. aunque es muy complicado que se den las cosas para que podamos llegar a tener una relación de tres plena: sexual (lo más sencillo) y sentimental. Que nos podamos amar los tres, coger rico y tener cariño. Suena complicado y realmente lo es, pero en esta ocasión no fue el caso pues con J. jamás mencioné nada. Después de hablar O. y yo nos fuimos a dormir y pensé que al otro día le hablaría por teléfono a J. diciéndole que no podría ir al lugar "x" y que no nos veríamos esa noche pero que sí quería verlo para platicar con él.

La casualidad (¿o fue fatalidad?) pudo más en esta ocasión. Al otro día, O. y yo nos encontramos a J. y a su amigo por la tarde, en un evento y no podía creer semejante coincidencia (antes nunca nos habíamos visto fuera del antro). Después de intercambiar los saludos y comprobar, sólo con una mirada, que la cosa entre J. y yo estaba igual que la noche anterior, nos invitaron a una fiesta que iba a tener lugar en la noche. A O. y a mí no nos gusta mucho ir al antro, ¡pero sí nos gustan las fiestas! Son lugares mucho más cómodos para conocer gente, conversar y pasarla bien. Además, ésta iba a ser mi oportunidad de enmendar mi error y platicar con J. sobre lo sucedido la noche anterior y decirle la verdad acerca de mí y mi relación. Quedamos de pasar por ellos por la noche en cierto lugar y así lo hicimos. O. y yo llevábamos una botella de tequila pues no nos gusta ir de gorrones y menos sin haber sido invitados (es la primera vez que llegamos a una fiesta sin invitación directa de los anfitriones) y J. y su amigo pasaron a comprar cervezas para la fiesta. Estaba nervioso por llegar con desconocidos, sin invitación pero estaba más ansioso por encontrar un momento a solas con J. para poder platicar sobre la situación. Resultó que la fiesta no era de desconocidos: era cumpleaños de la pareja de un amigo de nosotros desde hace muchos años y entonces desapareció la incomodidad. El ambiente estaba relajado y la fiesta agradable. Estuvimos juntos O., J. y yo, pues el amigo de J. estaba con otro grupo de amigos conversando. Pude, finalmente, estar tranquilo y feliz porque O. y J. se empezaron a llevar muy bien y mantenían la conversación amena. Ahí fue cuando fantaseé; tuve un rayito de esperanza de que tal vez (y sólo tal vez) podría suceder algo con J., y no solamente sexual.

Tomé mucho, tal vez más de lo que debía aunque en ningún momento perdí el control de mí ni de mis actos. Platiqué con varios amigos que nos encontramos ahí, estuvimos bailando y echando desmadre aunque no encontraba un momento propicio para hablar con J. y eso me ponía un poco nervioso. Fue otra vez la casualidad (¡maldita casualidad!) la que quiso que J. se enterara de qué sucedía, aunque por fortuna no pareció darle importancia (o lo ocultó muy bien): el novio del cumpleañero fue a platicar con nosotros y nos preguntó: "ya llevan más de x años de pareja, ¿verdad?" y yo, un tanto nervioso, le contesté que sí, que de hecho llevávamos "x+1" años de pareja. Continuó la fiesta y J. estaba como si nada; yo les preparaba sus bebidas a O. y a J., y de paso me servía las mías. En algún momento de la fiesta tuve que ir al baño y J. iba saliendo del mismo. Nos vimos en la puerta y cual lumbreras nos fundimos en un apasionado y cachondo beso. Nos fuimos por ahí, a un rinconcito a continuar con lo nuestro cuando de repente pasaron el cumpleañero y O. y nos vieron ahí. Por O. no hubo problema pero sí pude notar un gesto de sorpresa del cumpleañero. Afortunadamente no lo tomó a mal ni hizo ningún comentario negativo y J. y yo regresamos a la fiesta. No sabía cómo interpretar lo que estaba sucediendo: J. ya sabía sobre O. y yo, mas no parecía importarle mucho. En un par de ocasiones, mientras bailábamos y cachondeábamos (tratamos de ser algo discretos) en la pista me dijo "te va a pegar tu novio" y yo sólo le contestaba riéndome "mi novio no me pega, ni te preocupes por eso".

El tiempo continuaba corriendo implacablemente y la gente se iba yendo de manera paulatina. Quedábamos ya pocos en la fiesta aunque el alcohol era mucho aún y faltaban algunas horas para que amaneciera. Finalmente J. y yo tuvimos el momento que estaba esperando a solas, para platicar. Fue muy efusivo, no tuve que iniciar yo la conversación y sin embargo sabía que sólo podía terminar de dos maneras: o bien J. aceptaba el asunto y se iba a la cama conmigo (o con los dos) o bien decía un "no, gracias" y la cosa ahí quedaba.

Para mi gran dolor sucedió lo segundo.

Aunque quién sabe, a estas alturas ya no estoy seguro de nada, explico: él me dijo que tenía un concepto muy tradicional con respecto a las relaciones y la pareja y yo le dije que lo comprendía a la perfección. Quedamos en que podíamos ser amigos y acepté gustoso. Sólo me alejé por unos 5 minutos a llorar la mini-ruptura de corazón que tuve (sí, me enamoré de J. en poco más de 24 horas) y después regresé, con el aparente ánimo renovado. J. y yo estuvimos platicando de cualquier cosa. A lo largo de la noche, nos habíamos dado cuenta que O. se había ido "por ahí" con un tipo durante un rato y un poco más tarde, con otro. J. no hizo ningún comentario al respecto, aunque sí vi que se mostró interesado cuando O. se fue con "el amigo de J." y no precisamente a platicar. Ya me había dicho J. que su amigo y él habían sido pareja por alrededor de un año (de ahí la "vibra" extraña que percibía entre ellos) y que ahora eran "mejores amigos". Seguimos conversando, yo ya resignado a que no fue posible con J., y sin embargo en algún momento de nuestra conversación, cuando quedamos que ya seríamos sólo amigos, nos besamos. No fue un beso apasionado y largo, fue más bien nervioso y corto; posiblemente producto de que ambos sabíamos que no debíamos, si es que queríamos estar bien del corazón.

Había amanecido y los últimos invitados se fueron, por lo que les dije a O., J. y a su amigo que debíamos irnos también para no ser impertinentes con los anfitriones. Enfilamos hacia la salida y yo me fui manejando (sí, a esas alturas y después del gran desamor, la borrachera ya se me había bajado y sólo estaba un tanto triste). Primero íbamos a pasar a dejar a J. a su casa pero juro que el trayecto hacia allá fue muy extraño, pues J. no cesaba de mirarme por el retrovisor y metió la mano por delante del asiento para tocar la mía, para acariciarme y no dejamos de mirarnos durante todo el camino (de puro milagro no choqué, pues no me concentraba bien por ir manejando y mirando a J. al mismo tiempo). ¿Qué quiere decir eso? ¡Diablos! No tengo idea. Me queda claro que J. no quiere algo conmigo, o con nosotros. ¿Y entonces? Mi cabeza es una maraña de ideas y no sé qué hacer. Quiero coger el teléfono y llamarle y preguntarle qué significaron el beso, las miradas y las caricias, pero al mismo tiempo temo hacerlo. No sé qué hacer al respecto y estoy en una encrucijada. Ya me hice a la idea de que no sucederá nada. ¿Pero qué tal si sí? La duda realmente me carcome por dentro.

Epílogo:


Después de dejar a J. en su casa, O. se pasó a la parte trasera del carro en donde se fue cachondeando con el amigo de J. y en lugar de pasar a dejar a éste a su casa, enfilamos los tres hacia la nuestra. Ya eran las ocho de la mañana y yo estaba francamente cansado y con sueño y aunque el amigo de J. no está nada mal tampoco, no era quien ocupaba mis pensamientos en esos momentos. Nos acostamos los tres en la cama y yo quería dormir mientras ellos cogían, aunque no lo logré. Metí un poco las manos, participé un rato en el juego de caricias aunque en algún momento y entre sueños alguno de los dos me estaba jalando la verga y me vine. Me volví a quedar dormido. Por lo visto la cogida entre O. y el amigo de J. estuvo muy buena porque alrededor del medio día en que desperté había cinco condones en el suelo y ellos despertaron ya y volvieron a cachondear, aunque el amigo de J. se tuvo que ir y O. lo fue a dejar a su casa. Además de las dudas que planteé en el párrafo anterior, tengo una duda extra: ¿Le dirá a J. su amigo lo que sucedió? Y si es así, ¿Le importará a J.? Ya no sé, ya no sé nada y mi mente es un enredo en estos momentos. Aún siento la influencia del alcohol y tengo sueño y hambre. Aún así, no puedo dejar de pensar en ti, J., aunque me hayas roto el corazón.

viernes, agosto 05, 2005

Masturbarse en la oficina

¿Alguna vez te has masturbado en la oficina, escuela o el lugar público en que desempeñas tus labores cotidianas? Yo sí lo he hecho de vez en cuando pero lo acabo de hacer en este momento. No fue algo planeado, estaba tranquilamente en mi lugar realizando mis labores cotidianas cuando me envió un mensaje un chico que conocí hace pocas semanas en una página de contactos y la conversación, al principio tranquila se convirtió en cachonda. Llegamos al punto del tradicional "¿tienes fotos XXX tuyas?" y después de intercambiar, ¡Oh my dios! (léase como película doblada) qué cosota tan rica tiene: es uncut (como me gustan), algo cabezón (se pudo apreciar en otra foto en donde se la estaba jalando cómo el glande le sobresalía) y con unos huevos exquisitos, casi de verlos pude imaginar lo que sería tener mi nariz en medio de ellos. Tiene unos ligeros vellos púbicos recortados, aunque no rasurados.

Me dijo que él se calentó también con mis fotos y que le gustaría mucho que nos viéramos. Claro que está el pequeño detalle de vivir en ciudades diferentes (pero eso se arregla, ¡sí señor!) y me describió cómo se la empezaba a jalar viendo mis fotos y lo que se imaginaba que podíamos hacer. Sí, sí, soy una vergüenza: no fue sino vil cybersex que no practicaba desde hace tanto tiempo pero con la ligera diferencia de que estoy ¡en la oficina! entonces es un poco más difícil porque a pesar de que no hay nadie exactamente junto a mí, los compañeros pasan por el frente de mi computadora de vez en cuando y creo que más de uno notó que tenía la cara roja (por la excitación) y probablemente alguna expresión cachonda. Discretamente, con mi mano derecha me rozaba la verga sobre el pantalón y me acariciaba mientras el chico me seguía diciendo cosas, yo también con miedo y a la vez excitación de que alguien me descubriera.

Cuando ya no pude más y mi interlocutor me dijo que se estaba viniendo, me levanté y cuidándome que nadie me viera la mega erección, enfilé directamente al baño en donde sólo fue cuestión de desabrocharme el pantalón, sacarme la verga ya a punto de venirse, darle dos jaladas hasta que expulsó el chorro de semen. Tuve que morderme los labios para no hacer ningún ruido y que nadie se diera cuenta que estaba teniendo un orgasmo. ¡Qué rico fue! ¡Qué intenso estuvo! Por un momento me imaginé que alguien podía entrar y verme ahí, viniéndome pero no me importó, ¡estaba tan caliente! Por fortuna nadie entró y regresé aquí a mi lugar, en donde terminé algunos pendientes del trabajo y ahora lo estoy escribiendo.

Y tú, ¿te masturbas en tu trabajo o en tu escuela? Cuéntame cómo fue, si alguna vez lo has hecho...

jueves, agosto 04, 2005

Recordando mi primera vez

Es difícil definir "la primera vez" porque todos tenemos muchas "primeras veces": La primera vez que se te paró y sentiste placer a nivel consciente, la primera vez que te la jalaste, la primera vez que te viniste, la primera vez que se la tocaste a alguien (conscientemente o "manoseándotelo" dormido), la primera mamada que te dieron, la primera mamada que diste o lo que casi todo mundo define como "primera vez": La primera vez que te metieron (o metiste) la verga. Sobre ESA primera vez es de la que escribiré ahora. De las demás, tal vez en alguna otra ocasión.

Fue con mi primer novio. Yo tenía 18 años y él 19 y aunque parezca increíble para estos tiempos en donde los niñatos ya están buscando sexo a los 15 años, aún no habíamos cogido; los dos éramos "vírgenes". No me avergüenza aceptar que a los 18 años no había tenido ninguna experiencia sexual "completa" ni mucho menos. La experiencia que me faltó anteriormente a esa edad la repuse, con creces, desde entonces. De todas maneras no estoy concursando para nada, pero no me desviaré del tema. A L. lo conocí por Internet, por supuesto (¿de qué otra manera se podía conocer a alguien, si ni siquiera tenía idea de que existía todo un "ambiente gay"?) y aunque vivíamos en ciudades distintas nos las arreglamos para conocernos y en el inter tuvimos un tórrido "cyberromance", de eso que ahora me dan hueva infinita. Yo me la jalé infinidad de ocasiones pensando en cómo sería cuando finalmente nos conociéramos, qué se sentiría coger con otro hombre (no que ya hubiera cogido con una mujer), saborear su cuerpo y lo que más me obsesionaba: que me metiera la verga, que me hiciera sentir hombre al estar poseído por su miembro viril, que me llenara y supiera de manera inequívoca que le pertenecía y que estaba a su merced.

Llegó el día en que por fin nos conocimos en persona. Claro está, ya habíamos visto fotografías mutuas y hablado por teléfono un sinnúmero de ocasiones pero el vernos en vivo fue impactante, el que el hombre con quien soñaba todos los días finalmente se materializara frente a mí era una cosa increíble. Sin entrar en mucho detalle y en la hueva de lo romántico y aburrido, después de la timidez inicial y la conversación vespertina llegó el momento de ir a la cama. En el transcurso del día ya nos habíamos besado, me parece, aunque no lo recuerdo con claridad. No cachondeamos ni nos lanzamos directamente al sexo y no sé si eso fue bueno o fue malo. Éramos muy inocentes los dos (qué daría por volver a ser aquel niño inocente) y ninguno se atrevía a dar el primer paso. Pero cuando llegó el momento de dormir, ingenuamente me cedió su cama individual y él se quedó en un sleeping bag junto a mí. Sus papás habían salido durante ese fin de semana (¡demonios! esto suena como a una historia cachonda de esas que lees en Internet, con la diferencia de que lo viví y fue real para mí) así que teníamos la casa para nosotros. No estoy seguro si fui yo o fue él quien dio el primer movimiento, el nervioso acercamiento inicial con marcados tintes sexuales. Yo temblaba y estaba helado, sabía que era inevitable que íbamos a coger, que ésta iba a ser mi primera vez.

No la fue, no esa noche ni en varias noches más. No podíamos, no sabíamos cómo por más estúpido que parezca. No tuvimos suficiente educación sexual, me parece, y no conocíamos las maravillas del lubricante. Sobre los condones sí sabíamos, claro (eran mediados de los 90's) pero puesto que ninguno de los dos había cogido antes los pudimos obviar. En esta época ya no se puede obviar los condones, ¿verdad? ¡Maldita suerte la nuestra!. Como sea, después del acercamiento que mencionaba y del primer beso cachondo, con lengua y hasta garganta incluídas, el manoseo y la sensación de tener entre mis manos una verga durísima y súper caliente, toda para mí y dispuesta a complacerme fueron sensaciones celestiales. Claro está, yo ya había agarrado vergas antes pero no como esa: no con ese tamaño ni de un hombre que estaba dispuesto a coger conmigo. Sólo manoseos a amigos, compañeros de la escuela o primos con quienes llegué a dormir, aunque eso será tema para otra ocasión. Esa verga era toda para mí y la tenía en mis manos. Al no tener mucha referencia de tamaño, más que las fotos de Internet que había visto, yo siempre pensé que tenía la verga "chica" o "menor que la media" al menos. Ahora ya sé que los modelos porno que veo la tienen gigante y que mi verga es de mayor tamaño que la media y muchos le han puesto el adjetivo de "grande" incusive. Como sea, la de él es gigantesca pero en ese momento la consideré como "normal" porque sólo tenía referencias claras de las fotos que veía en Internet. Como pude, me metí ese trozote de carne a la boca y lo saboreé probablemente por horas, ya no sé cuánto tiempo pasó. Él hizo lo propio y también disfrutó de mis delicias en su boca. Estábamos jóvenes, cachondos y llenos de energía, por lo que nos vinimos unas dos o tres veces (otra vez, suena a cliché de historias en Internet... ¡qué barbaridad!) pero no nos llenábamos. Fue entonces cuando quise hacerlo, cuando sin palabras y con movimientos torpes fui guiando su inmenso y venoso falo hacia la entrada de placer de mi cuerpo: mi culito virgen. Él sí me preguntó si estaba seguro que quería hacer eso (¿quién diablos no lo estaría?) yo le dije que sí e intentamos hacerlo pero no lo logramos. Como dije al principio de este párrafo: no sucedió esa noche ni muchas más.

Después de ese fin de semana cachondo, la primera vez que estuve con "el hombre de mi vida" (el primero de ellos, anyway) feliz y enamorado nos volvimos a ver muchísimas veces más. Vamos, fue una relación que duró años y en aquellos tiempos era tan fácil ser monógamo... nunca usamos condón y no lo estoy escribiendo como un consejo para nadie. En una relación verdaderamente monógama puede ser así, claro está. Ahora hay que usarlo y además hacerse la prueba de detección de VIH cada 6 meses o cada año, a más tardar. Qúe pinche lata. Como sea, regreso a la historia porque siempre divago. En las ocasiones posteriores en las que nos vimos seguíamos intentándolo y simplemente no podíamos: ni él a mí ni yo a él, y no porque yo tenga un miembro gigantesco como el suyo, sino porque él al ser virgen también y nosotros al ni siquiera imaginar (pendejos, de verdad) las bondades del lubricante jamás lo intentamos así. Fue hasta que, por Internet, platiqué con un amigo (no sin tanta pena... ¡no puede ser que fuera tan tímido!) y él me aconsejó el uso del lubricante, o si no teníamos a la mano "aunque sea crema, que de todas maneras no usan condón". Y sí, fue a la siguiente vez que nos vimos, en casa de mis papás y en mi cama precisamente, cuando utilizamos tan mágica y mística artimaña y ahí sí fue mi "verdadera primera vez": me la metió hasta adentro, me la dejó ir así nada más y eso de que "primero poquito, despacito para que me relajara" no funciona cuando estás calientísimo y por lo mismo súper dilatado. Entró como mantequilla y me sentí como el rey del mundo con un macho montado encima, haciéndome sudar, gritar y sentir su vergota adentro de mi cuerpo. Cuando se vino adentro de mí me llevó al cielo: me había quitado mi "virginidad" y ahora era un hombre hecho y derecho.

martes, agosto 02, 2005

Una mirada fugaz en el gym

Puta madre; ya estoy caliente otra vez. Sólo bastó que me mirara, directamente a los ojos (por supuesto), durante si acaso un segundo y medio para que me prendiera e imaginara una buena revolcada con él en la cama. Morenazo, ojos café obscuros, una nariz definida rematando con una quijada fuerte. Los dientes blancos y bien formados me vuelven loco y los de él eran así. Algo delgado; tal vez demasiado para mi gusto pero con esas pantorillas se lo paso.

Simplemente me provocó el ir hacia donde él estaba, arrastrarlo violentamente hasta el baño y torpemente quitarle la ropa en medio de la excitación de coger en (semi) público. Morderle el cuello cual sediento vampiro y bajar a su verga que seguramente es grande y gruesa, como las que me gusta imaginar.

¡Qué mamada tenía ganas de darte, papacito!. Qué lástima que la realidad me despertó un segundo y medio después. No sucedió.

lunes, agosto 01, 2005

A. me mueve el tapete (no tengo remedio)

Así es; no tengo remedio y me acabo de dar cuenta de ello. Extraño a S., sí, pero por más que mi estúpido orgullo me impedía aceptar que aún tengo fuertes sentimientos por A. también, simplemente no pude negarlo ante él, aunque su presencia fuera meramente virtual y si me lo hubiera propuesto, habría podido manipular la conversación para que no terminara confesando, pendejamente, que aún lo extraño y aún me duele su partida.

Él, por otro lado, me confesó que también me quiere y me extraña, e igualmente quiere y extraña a O. Entonces todo debería ser sencillo, ¿o no? Ya está resuelta la ecuación, aparentemente, aunque no es así.

No me puedo quitar de la cabeza la última vez que estuve con A. El sexo fue tan intenso, tan bueno, tan pleno que probablemente, de manera inconsciente, sabíamos que era la despedida. Después vinieron los celos, los reclamos y el inevitable "adiós" y los tres fuimos lo suficientementee estúpidos como para no ceder y continuar. O. y A. se enfrascaron en una "lucha de poder" que provocó que ahora estemos en donde estamos: los tres queriéndonos pero con A. alejado de nosotros.

El sexo... escribo sobre los sentimientos pero no puedo dejar de pensar en el sexo. Y es que soy muy cachondo, sí, pero a la vez creo que podría pasar meses sin coger si es que no hubiera alguien quien me gustara tanto. A. me gustó desde el primer día en que lo vi. Curiosamente me lo presentó S. Lo que son las cosas... S. se fue y A. llegó a la cama poco tiempo después. Las cogidas que le he dado, si no han sido las mejores de mi vida, al menos sí entran dentro del Top 10. O quizá dentro del Top 5 pero tendría que pensarlo bien para saber. Aún así, no es un concurso de quién coge más rico ni mucho menos. Lo único que sé es que lo extraño; extraño su cuerpo, sus abrazos y el coger con él.

¿Será que me estoy deprimiendo? Ayer S. y hoy A. ¿Mañana quién será? No quedan muchos en la lista por extrañar. No me enamoro fácilmente y aunque por mi cama hayan desfilado ya muchos más de los que puedo recordar, son pocos los que me han dejado grabado algo en mi corazón. A. lo ha hecho.

Ya cede, por favor, A.: yo ya cedí y ya acepté que te extraño. Tú aceptaste lo mismo, sin embargo me diste a entender que debíamos continuar por caminos separados. ¿Por qué? ¿Ya no me quieres querer? ¿Ya no quieres que te quiera? ¿Ya no quieres coger conmigo? Coger otra vez... ¡diablos! Me puse todo caliente de tan sólo recordarlo tendido sobre la cama, con esas deliciosas nalgas, paraditas y exigiéndome de manera silenciosa que las hiciera mías. Venirme adentro de él, ¡qué cosa tan rica! Y venirme en su cara, en su pecho; tantas veces que me vine sobre innumerables partes tuyas, A. ¿Acaso no recuerdas? ¿Acaso no quisieras que lo volviéramos a hacer?

Ven ya otra vez., A.; no olvidemos el pasado pues no podemos hacerlo pero aún así podemos construir otro futuro juntos. Te extraño, cabrón. Mucho.