domingo, agosto 07, 2005

Enamorado y con el corazón roto: todo en poco más de 24 horas

No se me ocurrió otro título para mi post pues no estoy muy creativo hoy, o tal vez es el alcohol que todavía lo siento corriendo por mis venas pues anoche tomé de todo un poco y ya ni siquiera recuerdo qué fue, amén de las cantidades en que lo tomé. Pero ahora quiero contar qué sucedió y cómo sucedió de una manera más bien lineal para no perderme entre mis complicadas tramas. Recuerden que sólo me está funcionando una neurona y ésta está borracha.

El viernes por la noche salimos de antro O. y yo no por algo en especial sino simplemente porque estábamos aburridos y teníamos ganas de salir. No lo hacemos frecuentemente pero cuando llegamos a salir la parranda siempre va para largo. ¿A qué va la gente a los antros? "A bailar" podría ser la respuesta inmediata más común, pero aunque no se quiera aceptar de buenas a primeras, la principal razón por la que muchos (¿la mayoría? No me atrevería a afirmarlo) vamos es para ligar, para cachondear y para encontrar al(a los) macho(s) para esa noche. Al menos es mi caso: no me gusta bailar (aunque cuando estoy borracho o muy caliente lo hago: ya no me importa), odio el humo de los cigarrillos y el estar escuchando música a un volumen estruendoso durante toda la noche francamente me fastidia un poco. Si no fuera porque en el antro hay machos ni siquiera iría de vez en cuando. Pero me he vuelto a perder de mi narración, ¡maldita sea!. Continúo: En el antro estaban las mismas caras de siempre, de toda la vida (¿cuándo no?) y uno que otro especimen nuevo aunque nada que despertara demasiado mi interés (o apetito, mejor dicho). Pensé que iba a ser una noche de antro regular, común y corriente en la que lo más probable es que O. y yo termináramos en la cama con algún(os) chico(s) interesante(s) cuando de repente algo que me saltó a la vista definitivamente me llamó la atención: Era él, un chico que otras personas pueden describir como guapetón y sin embargo yo le pongo el superlativo: ¡guapísimo!. Tal y como me gustan: un poco más alto que yo, blanco (aunque en general me gusten más los morenos pero por alguna extraña razón cuando un chico blanco me gusta, ¡me gusta mucho!), con la nariz bien formadita, con ganas de darle una mordisqueada en su puntita y comérmela y con una sonrisa desarmante, aunque no sonríe a menudo. Sí, tal vez efectivamente no tengo remedio y me recuerda a S. aunque ya me estoy resignando que a menudo lo deba recordar y ya lo acepto como parte de mi vida.

Pues bien, el chico, J. (como después me enteré que se llama) estaba como siempre con su inseparable amigo el cual no podía yo adivinar si era sólo su amigo, eran pareja o algo más pues siempre que lo he llegado a ver están juntos aunque nunca los he visto en plan muy cariñoso. Imaginé que, como en otras ocasiones, tendría que conformarme con verlo de lejos, si acaso tal vez me atrevería esta vez a sonreírle fugazmente o si hubiera tomado mucho, de manera descarada. Quién sabe, me sentía muy bien y muy atractivo esa noche (no que no lo sea normalmente, pero a veces el ego me sube y a veces tengo bajones) y podría ser la primera vez que le hablara, aunque por regla (sí, yo y mis estúpidas reglas) nunca le hablo a nadie, aunque me guste mucho, y espero a que él me hable a mí. Así iban pasando las horas sin mucha novedad. Nosotros bailando, platicando y divirtiéndonos con amigos que llegaban y estaban un rato en nuestro lugar y después se iban. Yo continuaba echándole algunas miradas fugaces a J. pero no más que eso. Al filo de las cuatro de la mañana, terminamos O. y yo sentados muy cerca de donde estaban J. y su amigo y O., quien ya sabía de mi absoluta fascinación por J. y a quien también le gusta mucho (¿a quién no? con esa carita, ese cuerpecito y sobre todo: ¡esas nalgas! Juro que a nadie se le ven tan ricas como a él), me dijo que me le acercara, que bailara con él o le hablara o lo que fuera. Al principio me resistí a hacerlo pero después me mostré un poco más desinhibido y simplemente me puse a bailar muy cerca de él, aunque guardando una distancia. J. me echaba miradas soslayadas aunque ninguno de los dos se atrevía dar el primer paso. Yo sabía que todo lo que se requería era un "hola" y una sonrisa pero no me atrevía a darlo. No fue ni J. ni yo quien lo hicimos, sino su amigo quien ya se había dado cuenta de la situación entre nosotros y quien me saludó y después de hacerme conversación durante pocos minutos me presentó a J. Entonces se dio el primer encuentro cercano, con una sonrisa tímida aunque abiertamente cachonda y seductora y un apretón de manos con el correspondiente "mucho gusto". J. y yo empezamos a bailar y no me imaginé que tan rápidamente fuéramos a tener esa cierta química. Él ya estaba un tanto ebrio; yo no tanto aunque sí había tomado un poco. El baile se fue haciendo cada vez más cachondo, empezando a tocarnos partes del cuerpo como la cintura o el pecho mientras bailábamos. Por un momento me olvidé del mundo y de lo que me rodeaba y sólo existía J. en mi rango visual y en mi mente.

Por desgracia, al "olvidarme" del mundo también descuidé a O., quien después de un rato de estar por ahí se fue al baño y en el camino encontró a un tipo que le gustaba, con quien fue a un rincón a fajar y cachondear un rato. Fue en ese lapso cuando sucedió uno de los primeros y ciertamente definitivos pasos para el enamoramiento: el primer beso. No fue un beso apresurado ni torpe sino al contrario: fue suave, prolongado y arrebatadoramente exquisito. Sí, quien ya me haya leído antes sabrá que "mi regla número 1" la rompo con cierta frecuencia pero en verdad sólo lo hago cuando el tipo lo amerita y él lo hacía con creces; ya tenía mucho tiempo fantaseando con ese momento y no iba a dejarlo pasar. Al primer beso sucedieron varios más, cada vez más subidos de tono acompañados con un baile sensual muy pegado. Prácticamente estábamos teniendo sexo en medio del antro pero a ninguno de los dos nos importó (y ciertamente a los demás asistentes tampoco). Por un momento cruzó por mi mente la imagen de O. y el hecho de que yo nunca había hecho en público lo que estaba haciendo. ¿Qué dirían nuestros amigos? ¿Y los conocidos? ¿Y las demás malditas jotas del antro? No me importó; ya habíamos hablado de eso O. y yo y sabíamos que tarde o temprano iba a llegar el día en que nos valiera madre lo que opinaran los demás sobre nuestra relación. Nosotros sabemos lo que tenemos, nos amamos y vamos juntos por la vida compartiendo todo: sí, hasta los hombres que nos gustan. No quisiera que nadie nos juzgara porque nosotros no juzgamos a nadie. Somos honestos con nosotros mismos y con nuestra relación y así llevamos muchos más años que la mayoría de las demás parejas, incluyendo a las heterosexuales. Además de que el "amar es compartir" pero precisamente eso fue lo que me causó conflicto en ese momento: no estaba compartiendo, me había olvidado por un rato de O. y estaba embelesado con J., disfrutando de mi loca fantasía hecha realidad.

Cuando eché una mirada de reojo, pude observar que O. estaba un tanto serio sentado en un sillón algo alejado de nosotros. Aproveché el que tenía que ir al baño para pasar y preguntarle qué sucedía. Me dijo que nada, que todo estaba bien aunque sí noté un dejo de enojo en su mirada. Me contó que se había ido a manosear con un tipo por ahí y me pareció cool. Regresé con J., después de varias canciones y algunas más cervezas que él se había tomado (ya estaba muy "servido" realmente) pudo más mi cargo de conciencia y después de intercambiar números telefónicos le dije que me tenía que ir y que hablábamos después. Él sólo me preguntó: ¿Vas a salir mañana? Por favor, dime que sí vas a ir a "x" lugar para vernos ahí. Tuve que decirle que lo haría y me aproximé hasta donde estaba O. para decirle que nos fuéramos si así lo deseaba. Hasta ahí ya había cometido varios errores, a saber: 1) ignorar a O. mientras estuve con J., 2) hacer cosas en público con J. frente a conocidos que se pueden escandalizar, aunque de eso ya habíamos hablado O. y yo y sabíamos que iba a suceder tarde o temprano, 3) no haberle dicho a J. que O. es mi pareja y en general no haberle dicho para nada el tipo de relación que tenemos y 4) por lo anterior, pude percibir que J. probablemente quería, deseaba o esperaba algo más de mí y no me refiero precisamente al sexo y no hice nada para sacarlo de su error: al contrario, le di esperanzas de la manera más ruin que pude hacerlo: besándolo, viéndolo a los ojos, enamorándome de él y dejando que él se enamorara de mí sin hacer nada para impedirlo.

No me gusta lastimar a la gente y evidentemente tampoco me gusta salir lastimado. Siempre me manejo de manera honesta, abierta y directa con respecto a mí y a mi relación con O. y si a alguien le gusta, qué bueno y si no le gusta qué malo por él y nosotros así seguimos. A J. no le dije nada, aunque no me haya preguntado nada y eso hizo que me remordiera la conciencia. Sólo lo dejé con un número telefónico y la promesa de vernos al siguiente día.

Al salir del antro sucedió el martirio: desde hacía mucho tiempo O. y yo no discutíamos por celos estúpidos (¿puede haber celos en nuestra relación? ¡no lo creo!) y sin embargo en esta ocasión O. estaba molesto y enojado. Creo que simplemente estaba celoso. Sin entrar en detalles incómodos y aburridos platicamos un buen rato (detuve el auto en la calle para hablar, y no nos fuimos directamente a casa) y concordamos al final que yo había hecho mal al ignorarlo de la manera en que lo hice y además le confesé que me sentía mal por él, por mí y por J. porque propicié una situación que no me gustaba; sabía que J. quedó ilusionado conmigo y a la vez yo quedé ilusionado con él. No que no pudiera suceder: ya alguna vez sucedió con S. y también con A. aunque es muy complicado que se den las cosas para que podamos llegar a tener una relación de tres plena: sexual (lo más sencillo) y sentimental. Que nos podamos amar los tres, coger rico y tener cariño. Suena complicado y realmente lo es, pero en esta ocasión no fue el caso pues con J. jamás mencioné nada. Después de hablar O. y yo nos fuimos a dormir y pensé que al otro día le hablaría por teléfono a J. diciéndole que no podría ir al lugar "x" y que no nos veríamos esa noche pero que sí quería verlo para platicar con él.

La casualidad (¿o fue fatalidad?) pudo más en esta ocasión. Al otro día, O. y yo nos encontramos a J. y a su amigo por la tarde, en un evento y no podía creer semejante coincidencia (antes nunca nos habíamos visto fuera del antro). Después de intercambiar los saludos y comprobar, sólo con una mirada, que la cosa entre J. y yo estaba igual que la noche anterior, nos invitaron a una fiesta que iba a tener lugar en la noche. A O. y a mí no nos gusta mucho ir al antro, ¡pero sí nos gustan las fiestas! Son lugares mucho más cómodos para conocer gente, conversar y pasarla bien. Además, ésta iba a ser mi oportunidad de enmendar mi error y platicar con J. sobre lo sucedido la noche anterior y decirle la verdad acerca de mí y mi relación. Quedamos de pasar por ellos por la noche en cierto lugar y así lo hicimos. O. y yo llevábamos una botella de tequila pues no nos gusta ir de gorrones y menos sin haber sido invitados (es la primera vez que llegamos a una fiesta sin invitación directa de los anfitriones) y J. y su amigo pasaron a comprar cervezas para la fiesta. Estaba nervioso por llegar con desconocidos, sin invitación pero estaba más ansioso por encontrar un momento a solas con J. para poder platicar sobre la situación. Resultó que la fiesta no era de desconocidos: era cumpleaños de la pareja de un amigo de nosotros desde hace muchos años y entonces desapareció la incomodidad. El ambiente estaba relajado y la fiesta agradable. Estuvimos juntos O., J. y yo, pues el amigo de J. estaba con otro grupo de amigos conversando. Pude, finalmente, estar tranquilo y feliz porque O. y J. se empezaron a llevar muy bien y mantenían la conversación amena. Ahí fue cuando fantaseé; tuve un rayito de esperanza de que tal vez (y sólo tal vez) podría suceder algo con J., y no solamente sexual.

Tomé mucho, tal vez más de lo que debía aunque en ningún momento perdí el control de mí ni de mis actos. Platiqué con varios amigos que nos encontramos ahí, estuvimos bailando y echando desmadre aunque no encontraba un momento propicio para hablar con J. y eso me ponía un poco nervioso. Fue otra vez la casualidad (¡maldita casualidad!) la que quiso que J. se enterara de qué sucedía, aunque por fortuna no pareció darle importancia (o lo ocultó muy bien): el novio del cumpleañero fue a platicar con nosotros y nos preguntó: "ya llevan más de x años de pareja, ¿verdad?" y yo, un tanto nervioso, le contesté que sí, que de hecho llevávamos "x+1" años de pareja. Continuó la fiesta y J. estaba como si nada; yo les preparaba sus bebidas a O. y a J., y de paso me servía las mías. En algún momento de la fiesta tuve que ir al baño y J. iba saliendo del mismo. Nos vimos en la puerta y cual lumbreras nos fundimos en un apasionado y cachondo beso. Nos fuimos por ahí, a un rinconcito a continuar con lo nuestro cuando de repente pasaron el cumpleañero y O. y nos vieron ahí. Por O. no hubo problema pero sí pude notar un gesto de sorpresa del cumpleañero. Afortunadamente no lo tomó a mal ni hizo ningún comentario negativo y J. y yo regresamos a la fiesta. No sabía cómo interpretar lo que estaba sucediendo: J. ya sabía sobre O. y yo, mas no parecía importarle mucho. En un par de ocasiones, mientras bailábamos y cachondeábamos (tratamos de ser algo discretos) en la pista me dijo "te va a pegar tu novio" y yo sólo le contestaba riéndome "mi novio no me pega, ni te preocupes por eso".

El tiempo continuaba corriendo implacablemente y la gente se iba yendo de manera paulatina. Quedábamos ya pocos en la fiesta aunque el alcohol era mucho aún y faltaban algunas horas para que amaneciera. Finalmente J. y yo tuvimos el momento que estaba esperando a solas, para platicar. Fue muy efusivo, no tuve que iniciar yo la conversación y sin embargo sabía que sólo podía terminar de dos maneras: o bien J. aceptaba el asunto y se iba a la cama conmigo (o con los dos) o bien decía un "no, gracias" y la cosa ahí quedaba.

Para mi gran dolor sucedió lo segundo.

Aunque quién sabe, a estas alturas ya no estoy seguro de nada, explico: él me dijo que tenía un concepto muy tradicional con respecto a las relaciones y la pareja y yo le dije que lo comprendía a la perfección. Quedamos en que podíamos ser amigos y acepté gustoso. Sólo me alejé por unos 5 minutos a llorar la mini-ruptura de corazón que tuve (sí, me enamoré de J. en poco más de 24 horas) y después regresé, con el aparente ánimo renovado. J. y yo estuvimos platicando de cualquier cosa. A lo largo de la noche, nos habíamos dado cuenta que O. se había ido "por ahí" con un tipo durante un rato y un poco más tarde, con otro. J. no hizo ningún comentario al respecto, aunque sí vi que se mostró interesado cuando O. se fue con "el amigo de J." y no precisamente a platicar. Ya me había dicho J. que su amigo y él habían sido pareja por alrededor de un año (de ahí la "vibra" extraña que percibía entre ellos) y que ahora eran "mejores amigos". Seguimos conversando, yo ya resignado a que no fue posible con J., y sin embargo en algún momento de nuestra conversación, cuando quedamos que ya seríamos sólo amigos, nos besamos. No fue un beso apasionado y largo, fue más bien nervioso y corto; posiblemente producto de que ambos sabíamos que no debíamos, si es que queríamos estar bien del corazón.

Había amanecido y los últimos invitados se fueron, por lo que les dije a O., J. y a su amigo que debíamos irnos también para no ser impertinentes con los anfitriones. Enfilamos hacia la salida y yo me fui manejando (sí, a esas alturas y después del gran desamor, la borrachera ya se me había bajado y sólo estaba un tanto triste). Primero íbamos a pasar a dejar a J. a su casa pero juro que el trayecto hacia allá fue muy extraño, pues J. no cesaba de mirarme por el retrovisor y metió la mano por delante del asiento para tocar la mía, para acariciarme y no dejamos de mirarnos durante todo el camino (de puro milagro no choqué, pues no me concentraba bien por ir manejando y mirando a J. al mismo tiempo). ¿Qué quiere decir eso? ¡Diablos! No tengo idea. Me queda claro que J. no quiere algo conmigo, o con nosotros. ¿Y entonces? Mi cabeza es una maraña de ideas y no sé qué hacer. Quiero coger el teléfono y llamarle y preguntarle qué significaron el beso, las miradas y las caricias, pero al mismo tiempo temo hacerlo. No sé qué hacer al respecto y estoy en una encrucijada. Ya me hice a la idea de que no sucederá nada. ¿Pero qué tal si sí? La duda realmente me carcome por dentro.

Epílogo:


Después de dejar a J. en su casa, O. se pasó a la parte trasera del carro en donde se fue cachondeando con el amigo de J. y en lugar de pasar a dejar a éste a su casa, enfilamos los tres hacia la nuestra. Ya eran las ocho de la mañana y yo estaba francamente cansado y con sueño y aunque el amigo de J. no está nada mal tampoco, no era quien ocupaba mis pensamientos en esos momentos. Nos acostamos los tres en la cama y yo quería dormir mientras ellos cogían, aunque no lo logré. Metí un poco las manos, participé un rato en el juego de caricias aunque en algún momento y entre sueños alguno de los dos me estaba jalando la verga y me vine. Me volví a quedar dormido. Por lo visto la cogida entre O. y el amigo de J. estuvo muy buena porque alrededor del medio día en que desperté había cinco condones en el suelo y ellos despertaron ya y volvieron a cachondear, aunque el amigo de J. se tuvo que ir y O. lo fue a dejar a su casa. Además de las dudas que planteé en el párrafo anterior, tengo una duda extra: ¿Le dirá a J. su amigo lo que sucedió? Y si es así, ¿Le importará a J.? Ya no sé, ya no sé nada y mi mente es un enredo en estos momentos. Aún siento la influencia del alcohol y tengo sueño y hambre. Aún así, no puedo dejar de pensar en ti, J., aunque me hayas roto el corazón.

2 comentarios:

the random glance dijo...

woo q loco y confuso stuvo toodo... me late la mente abierta q manejas... spero q se aclaren tus ideas y se te de algo con j...

saluuuuuudos!

Navegante Vagabundo dijo...

Chaud, y yo te agradezco el que muestres una mente abierta a aceptar cosas diferentes y que no me juzgues de entrada, como lo llegan a hacer las personas a quienes les cuento alguna intimidad. Precisamente por eso ya no se las cuento a nadie y mejor las escribo.

Sigo extrañando a J., quise levantar el teléfono y llamarle, pero... ¿qué le digo? Finalmente él también tiene mi número. Continuaré esperando.